Perfumes de futuro
saludan
entre pulsos apurados
de obscuridad mecánica.
Se asoman
con nuevos sorbos
de alas de ángel,
con sus sofocantes
aires de infierno
en bocanadas.
Un caballo de metal
se hace sueño tan cercano
como un poema
para salvarse.
Fue tan valiosa
la ilusión
como la herida.
Esta noche
no importan los cuerpos viejos.
La sangre de los pasos eléctricos,
es un silencioso maestro
envuelto en un blanco descalzo
que me acompaña.
Eduardo D’Attellis
061718
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